Pablo Picasso (Málaga, 1881 – Mougins, Francia, 1973) recibió, a través de la Embajada de España en París, el encargo de realizar una gran pintura para el pabellón español en la Exposición Internacional de París de 1937. Picasso era entonces el artista de mayor relevancia internacional, por lo que su colaboración con el Gobierno de la República sirvió también como reclamo. Guernica resultó un ejercicio pictórico inédito en la trayectoria del artista e inmediatamente se reconoció el poder icónico de la obra como instrumento de propaganda política en el escenario de la Guerra Civil.

Formado en Bellas Artes según los patrones de la academia, Picasso vivió en Barcelona en los años del cambio de siglo, donde conoció de primera mano una modernidad plástica y artística fundada principalmente en la bohemia, el simbolismo y el posimpresionismo francés. Picasso se integró en esa modernidad no solo como pintor sino también como ilustrador. Instalado en París en 1904, enseguida se convirtió en una figura de referencia que ocupó a críticos e historiadores, marchantes, coleccionistas, poetas, artistas, músicos y cineastas, quienes reconocieron en su trabajo la expresión de un lenguaje nuevo por romper con los sistemas de representación tradicionales. Su vida, casas, estudios y talleres, así como su trayectoria jalonan al tiempo que vertebran la historia del arte moderno, y la huella de su obra pervive en numerosos artistas contemporáneos.

En su dilatada carrera trabajó con una amplia diversidad de materiales, medios y soportes. Desde el punto de vista plástico, su obra gira en torno a la idea de evidenciar y subvertir el principio de simulacro inherente al arte, de manera que apenas hay distancia conceptual y de tratamiento entre sus pinturas, esculturas, grabados o collages.

Dentro de los parámetros de la figuración en los que trabajó en el conjunto de su obra predominan tres líneas temáticas: el retrato, las naturalezas muertas y los interiores con personas, en los que el tema del pintor y la modelo y sus variantes ocupan un lugar destacado. Por otro lado, asuntos tomados de la mitología clásica y la actualización de obras paradigmáticas de una historia del arte canónica y del clasicismo francés le sirvieron como reto de superación y vía de inserción en dicha genealogía artística.

En cuanto lenguaje, Guernica se suma a las irrupciones plásticas y a la crisis de los paradigmas de la representación en tiempos bélicos, como había ocurrido en la década de 1910 y el cubismo. En 1937 Picasso entregó una gran máquina pictórica, convirtiendo el académico cuadro de historia en una potente y violenta imagen del presente. En este sentido, desde un punto de vista político, Picasso ponía de manifiesto su compromiso con la República y en particular con el pueblo español, a quien apoyó económicamente los años sucesivos a través de distintas asociaciones. Guernica es la muestra más clara del factor político en su trabajo y del inicio de una etapa en estrecha conexión y marcada por el contexto político, en particular desde su adhesión al Partido Comunista francés en octubre de 1944. A partir de entonces parece disolverse la frontera entre lo público y lo privado, al hacer de la escenificación de su trabajo la obra misma, algo que comparte con los artistas coetáneos más jóvenes.

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