Cinco años después de la última y gran retrospectiva, el Museum of Modern Art (MoMA) de Nueva York dedicó a Pablo Picasso una nueva exposición. Su título, Picasso in the Museum of Modern Art: 80th Birthday Exhibition (14 de mayo – 18 de septiembre de 1962), rendía homenaje al artista por su cumpleaños, pero, además, la exposición se proponía reconocer el esfuerzo y el trabajo del museo por haber formado la mayor y más importante colección de obras de Picasso en una institución.

Comisariada por Dorothy Miller, jefa de Colecciones y asistente de Alfred H. Barr Jr. en dicho departamento, y William Lieberman, jefe del Departamento de Dibujos y Estampas, la muestra –abierta al público del 15 de mayo al 18 septiembre de 1962– se presentaba como el más que satisfactorio resultado del trabajo del museo en relación con la figura de Picasso, pues las más de setenta obras que la componían procedían de su colección, ya fueran adquisiciones o donaciones. A esa lista tan solo se añadían Guernica y los cincuenta y tres dibujos, estudios y postscriptos asociados a la obra, en depósito en el museo por decisión del artista.

En este sentido, cuatro años después de la devolución del grueso de obras de Picasso que se encontraban en el MoMA desde 1939, el museo demostraba que, gracias fundamentalmente a donaciones y legados, podía llegar a tener una colección tan sobresaliente en obras clave de la trayectoria del artista como las que conservaba el propio Picasso, y en la que destacaban Las señoritas de Avignon (1907), Ma Jolie (1911-1912), Los tres músicos (1921), El estudio (1927-1928), Mujer ante el espejo (1932), Noche de pesca en Antibes (1939), Mujer peinándose (1940), y las esculturas La cabra, Mujer embarazada (ambas de 1950) y Baboon y cría (1951). La colección del MoMA se había convertido en un referente para el estudio y la difusión del trabajo de Picasso. Así, en 1960, la Tate Gallery de Londres le había solicitado varias de estas importantes obras para la exposición antológica que organizó sobre el artista.

Al reunir obras de todas las épocas y medios (pintura, esculturas, grabados, dibujos, etc.), la exposición ofrecía la posibilidad de hacer un recorrido por sesenta años de práctica artística de Picasso, demostrando así la autonomía del MoMA para presentar su relato curatorial sobre el artista. Por otro lado, el esfuerzo y el propósito del museo también se advertía en el hecho de mostrar obras que, por razones de espacio, habían salido de sus almacenes en muy contadas ocasiones.