Las complejas negociaciones diplomáticas llevadas a cabo para asegurar el traslado del cuadro de Picasso también constituyeron el primer gran gesto en política cultural del nuevo régimen, uno que marcaba el papel del arte de vanguardia como parte de la cultura oficial de la joven democracia. Con su llegada, pasó de ser el emblema de la disidencia contra la dictadura franquista a ser el símbolo del fin de la fractura entre las dos Españas: el signo de la reconciliación sobre la que se sustentaría la nueva sociedad democrática. Jornada de estudio y debate organizada por el Museo Reina Sofía.

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