Persistencia del pabellón de 1937

En el otoño de 1936 el Gobierno de la Segunda República consideró fundamental participar en la Exposición Internacional de las Artes y las Técnicas en la Vida Moderna de París, pese a la dramática guerra que estaba destruyendo España, con el fin de confirmar el proyecto político de la República y su voluntad de trabajar por el progreso de la nación.

El edificio que Luis Lacasa y Josep Lluís Sert proyectaron para la representación de España en la Exposición Internacional de París de 1937 constituyó una referencia dentro de los principios de la arquitectura moderna coetánea, al concebir un edificio basado en la sencillez de líneas, en el empleo de materiales modestos y por su carácter eminentemente funcional como espacio expositivo.

El pabellón de Lacasa y Sert ha transcendido lo físico y geográfico y se ha convertido en el crisol de una época, así como en una prefiguración del destino inmediato del arte, la literatura y la política en los últimos años de la Segunda República. Muchos de los nombres implicados en este proyecto político-artístico fallecieron o se exiliaron tras la Guerra Civil.

Además de hacer visible el arte en tiempos de guerra, apoyar a los artistas españoles y difundir internacionalmente el arte, la cultura y las tradiciones populares nacionales, la recepción activa de todo cuanto el pabellón reunió y en él aconteció ha servido para el mantenimiento de su memoria viva.

El pabellón se convirtió en la estructura perfecta en la que desplegar una eficaz máquina de propagada, por lo que quedó integrado en el programa político en tanto que dispositivo.

Pabellón

Recuperar el Pabellón

Políticos, periodistas, críticos e historiadores, personal de museos e instituciones y artistas que lo visitaron en 1937 fueron los que, inmediatamente o años después, trabajaron para recuperarlo –tanto en su sentido arquitectónico como simbólico–, y los que asimilaron las lecciones plásticas, estéticas y políticas de las obras allí expuestas, en particular de Guernica de Picasso.

De naturaleza efímera (fue demolido una vez clausurada la exposición de París), desde entonces se han llevado a cabo diversas iniciativas en las que el pabellón se ha reconstruido total o parcialmente. En tanto que espacio de un programa artístico-cultural políticamente connotado y realizado en un contexto bélico, su recuperación ha quedado, por un lado, asociada a una voluntad metafórica de reconstrucción de un orden del mundo; y, por otro lado, constituye un homenaje y representa un ejercicio por dotar a las obras del lugar original que las albergó y que todavía se conservan.

Reconstrucciones

En este sentido, su recuperación responde mayoritariamente a una voluntad de contextualizar Guernica, y al reconocimiento de los motivos para los que el cuadro fue realizado. Así, cuando en 1956 Willem Sandberg, director del Stedelijk Museum de Ámsterdam, logra el permiso para presentar en su museo Guernica y los dibujos y estudios relacionados con el cuadro, su primera opción fue la de “reconstruir” el pabellón reuniendo las obras más significativas que allí se mostraron. Para ello contactó con Josep Lluís Sert, con Dora Maar e incluso localizó en París Fuente de mercurio de Alexander Calder. Otras reconstrucciones del pabellón poseen un carácter simbólico y un interés especial desde el punto de vista arquitectónico, como la realizada a escala 1:1 en Barcelona en 1992, coincidiendo con la celebración de los Juegos Olímpicos.

En el Museo Reina Sofía, desde 1992, el cuadro es una de las obras clave en la ordenación de su colección en general y, desde entonces, su presentación ha estado siempre asociada al programa del edificio de Sert y Lacasa, mostrándose junto con la producción gráfica, las obras y los artistas que también participaron en el pabellón.